20181108

Escuchando siempre se aprende. Pablo Mosquera Mata

La llegada do tempo de inverno se caracteriza por tres hechos. Menos luz, esta vez con la discusión sobre los cambios de hora, sus consecuencias para el organismo y la utilidad en las jornadas laborales. Tengo muy claro que no es lo mismo vivir en el Mediterráneo que en el Fisterrae, pues hay una hora de diferencia.
La falta de luz, con bajada de las temperaturas, de siempre, invita para la tertulia en locales cerrados. Desgraciadamente, las máquinas unipersonales, las televisiones y la invitación al consumo se hace a costa de la lectura, la escritura y la conversación. Es absolutamente amoral, pero en el sentido profundamente filosófico del término, la publicidad para consumir juegos que son causa de nuevas formas de ludopatías.
Frente a la perversión interesada del mercado y sus alienaciones propias de lo que hace años criticábamos como cultura de masas, aun quedan rincones mágicos que se defienden gracias a la iniciativa de seres humanos románticos. Y es que la utopía no solo trata de avanzar, es una lucha titánica para mantener lo que constituye el núcleo de un comportamiento solidario, defensor y promotor para el patrimonio de la humanidad, núcleo intangible del humanismo.
Viernes otoño-invernal. Hermoso teatro creado en 1798. Santa Marta de Ortigueira. Presentación de una joya. Los orfebres, dos paladines de nuestra cultura. La que sale y llega con las mareas de la costa al norte del norte. Rigor en el análisis por su fundamento en la investigación. «Conserveiras: Celeiro, Vicedo, Bares, Barqueiro». No solo es la historia de una industria que comienza con la salazón y continúa con las conservas, dando trabajo y contribuyendo a la alimentación de los seres humanos, incluso durante las contiendas. Es un merecido homenaje a todas aquellas mujeres que trabajaron en un sector industrial puntero para Galicia. Vicente Míguez de Celeiro, y Carlos Nuevo Cal de Viveiro. Seminario de Estudos «Terra de Viveiro». Público encantado con el relato que les lleva a recordar la vida laboral de nuestros pueblos pendientes de la mar y sus recursos. Es como si por el escenario del teatro, se estuviera escenificando la épica de nuestra sociedad Gallega y Mariñana.
Sábado claramente invernal. Tertulia en una librería. Puerto de San Ciprián. En torno a la prensa que algunos seguimos consumiendo en papel. Aprovecho el lugar para felicitar a un artesano. Un hombre que representa la estirpe de los constructores de embarcaciones. Tuve el placer de asistir a sus explicaciones en la última carpintería de ribeira. Rodeado por maderas. Ilustrando con una hermosa colección de fotos. Francisco Frá Rico. En un taller que tiene mucho de templo para la creación de barcos. Recuerda la navegación a vela. Enseña como era el rito de aquellos argonautas. Muestra el orgullo identitario de un pasado que lleva el nombre de San Ciprián, sus patrones, marineros, pilotos y artesanos. La rigurosidad que comienza en el dibujo, sigue con la escala, elige las maderas y pone a flote en una hermosa ceremonia de botadura, un buque que surcara la mar, que siempre ha sido autopista y despensa, como sigue siendo la más hermosa de las aventuras, para descubrir nuevos rincones o para jugar con los vientos en una epopeya deportiva. Fran es otro romántico, sin propósito de enmienda. Se lo debe a sus orígenes. Lo aprendió de sus mayores. Es un Mariñano de firmes convicciones que pide respeto y que muestra lo que puede y debe ser una oferta para turismo de calidad. El que acude a un Museo, el que se emociona en las entrañas del bonitero que puede visitarse en Burela, el que sueña con las aventuras de aquellos capitanes enfrentados a la mar con pocos medios y mucha pericia ganada en tantas singladuras.

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