20190212

NUNCA TANTO RIBADEO. Covadonga Suárez, colectivo « Por nuestro faro »

    Nunca tanto Ribadeo anduvo de boca en boca, nunca fue tan fotografiado, tan exportado.
   Nunca tanto Ribadeo fue como una moneda, de esas que brillan a kilómetros, pero que después derretidas en la mano te das cuenta de que eran de chocolate. Nunca Ribadeo se pareció tanto a una de esas señoras estiradas y reoperadas cuya edad verdadera sólo se sabe a ciencia cierta si te acercas bien y les miras la textura de las manos. Pero el concepto a la última «Ribadeo para el mundo» es esto: una gran exposición.
   Si nos acercamos, la moneda, la de verdad, se persigue en la hosteleria con un trabajo y una dedicación constantes porque a pesar de los pesares resulta que no hay tanta gente como se anuncia, y cuando aparece no siempre deja el dinero que podía esperarse. Aquí tenemos la otra cara de aquella moneda, la del día a día, fuera de cámara. Mientras las dos suites de Illa Pancha funcionan sin llenazo constante, sin evaluación económico-financiera conocida, en el centro urbano se trabaja duro para que salgan las cuentas. Como la moneda, nunca tanto Ribadeo tuvo doble faz.
  Las irregularidades y vacíos informativos en todo lo referente al misterio « Illa Pancha » se acumulan a lo largo del tiempo, denunciados por el colectivo « Por nuestro faro », y revalidados por el Defensor del Pueblo, sin que eso haya incomodado lo más mínimo al Concello. Se ha pedido información e implicación al alcalde durante años, sin éxito, a través de correos, con intervenciones en los plenos municipales, y en los periódicos, hasta llegar, en el momento actual, a denunciar su falta de transparencia por segunda vez consecutiva ante la Valedora do Pobo. Ahora tenemos una fosa séptica cambiada de sitio y denunciada a Seprona, con una larga lista de incongruencias en su proyecto, y sin legalizar pero formando parte del conjunto desde el principio. Se trata de una fosa que el alcalde no ha querido cuestionar ni durante el período de alegaciones, ni antes, ni después, como tampoco ha querido responder en base a qué normas dio en su momento la licencia de apertura cuando aún hoy dice desconocer si la fosa cuenta con todos los permisos. Mucho me temo que en medio de los flashes esté pasando desapercibido uno de los atropellos antitransparencia más importantes de los últimos lustros en Ribadeo, y quizás todo sea inversamente proporcional a la política hueca pero llena de paillettes que ahora es moda, ese nuevo patriotismo ultraribadense de base publicitaria.
Por otro lado, hace unos días la encargada de los apartamentos de Illa Pancha reconocía en la prensa que los clientes del hotel se quedaban solos, tenían un código con el que entraban, y la isla era para ellos, no sólo el hotel, no sólo la zona concesionada, sino la isla entera. Y nosotros sin saber por qué, quién lo autorizó, dónde está la ley que lo permite, ni si la conoce o le importa al alcalde (lo que sí sospechamos es que no moverá un dedo y que todo seguirá su curso). Pero, desde luego, y volviendo a lo de antes, qué suertaza tienen los de fuera, nosotros tenemos que esperar a que alguien organice un evento para ver la isla de cerca, cuando clientes de todas las edades, pasean a sus anchas de noche o de día. Sin duda, después de tantos años cerrada al público, alguien debió decretar también que ahora no hay ningún riesgo de despeñarse, o salir volando con un golpe de mar, y que todos los huéspedes tienen un ángel de la guarda hiperactivo por muy solos que se queden en Illa Pancha durante las noches de invierno.
   Al final, quién sabe lo que pasa en la isla, por qué y cómo funciona, pero eso es lo de menos mientras venga un fotógrafo tailandés a inmortalizar su estampa y luego se le vea comer una ración de pulpo en una tapería típica. Entrar o no en la isla dependerá del humor del regente, de las desconocidas leyes de Puertos, y de la opacidad cómplice del Concello. Pero desde luego no seré yo la afortunada, y vosotros tampoco. A pesar de que en Ribadeo nunca tanto... todo.

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