20180501

Longa noite de pedra. Pablo Mosquera Mata

Mi amigo y compañero del Foro de Ermua, Agustín Ibarrola, creó en Vitoria, un monumento a las víctimas del terrorismo. En cada chiribita está el nombre de una víctima. Lo ideamos juntos en su casa de Oma

Maravillosos e inmortales versos de Celso Emilio Ferreiro-1962-.Son un símbolo del sentimiento humano frente a la violencia, como ejercicio subcultural, aplicado a modo de lo que denomino la "gestión del miedo".
ETA ya es un largo capítulo de la historia. Algo así como un elemento más para sentirnos sujetos de aquella leyenda negra. Los ingredientes: la espiral del miedo y de la violencia, muertos, heridos, amenazados, exilados, iluminados. ETA concluye con un comunicado y la entrega de las armas. Sabe a poco. Pero sabe a paz. Algo que buscábamos desesperadamente. Todos queremos más. Pero yo soy testigo de tiempos en los que nos hubiéramos conformado con menos. Simplemente con dejar de matar.
Ahora todos escriben sobre unha longa noite de pedra. Es lo que queda. Contar historias sobre el particular que duró medio siglo. Yo me quedo con la esperanza. Que mis nietos no tengan que vivir lo que vivimos mi generación y la de mis hijos. Que nadie tenga que hacer la maleta por miedo, a salir de casa y encontrarse con la muerte, para no regresar nunca más. Eso sí, con aquellos comunicados, concentraciones, manifestaciones, entierros, rostros compungidos y fotos espeluznantes, todo ello convertido en macabro escenario ritual que justifica debatir si el hombre es bueno o malo por naturaleza.
A los gallegos que vivimos el conflicto, siempre nos quedó Galicia para refugiarnos, curar las heridas del alma, reponernos del susto, recuperar la entereza y seguir trabajando. Los vascos, y lo digo ahora con la perspectiva del tiempo, no tenían a dónde ir. Su madre tierra era el asiento del terrible enfrentamiento. ¿Cómo dejar lo que son tus raíces, cómo renunciar al patrimonio físico y espiritual por miedo, en pleno siglo XX, cómo emprender el camino de la diáspora por un contencioso convertido en guerra sucia?.
Fueron muchos años, fueron demasiadas las víctimas, son muchas y profundas las heridas. No basta con aquel título de Gironella: ¡Ha estallado la paz!. Hace falta normalizar las relaciones humanas. Hace falta enterrar el rencor. Hace falta generosidad y construir la convivencia, que de por sí es el secreto mejor guardado para la humanidad. Si aun no hemos superado aquella oprobiosa longa noite de pedra que dejó cadáveres en cunetas y tapias de cementerios, tampoco será fácil perder la memoria histórica de lo acontecido en Euskadi o desde Euskadi en nombre de los Derechos Históricos de Euskal Herría.
Mientras contemplo la mar por el levante, me imagino la costa de los arrantzales, así puedo y quiero dar fe de tres hechos. Estuve allí y lo sufrí. Siempre tuve Galicia y la costa mindoniense como paño de lágrimas. Hoy, siento que de alguna forma contribuí a que cesara el uso de la violencia con fines políticos. Y es que deberíamos aprender. Hace falta menos política y más sociedad.
Amén.

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