20170627

DE HOGUERAS Y DE VANIDADES



Más vale caer en gracia que ser gracioso. Esta expresión siempre se pronunció con cierto tonillo, cierta sorna, y en el fondo cierta incredulidad, por insostenible a largo plazo, sabiendo que la verdad estaba en otro lugar, el lugar del que sabría apreciarla. Pero si la vida fuera tan sencilla como la aprendimos de niños, no tendríamos que estar buscando hoy las razones que llevan a unos o a otros a erigir dechados de gracia informativa y guardianes de templos a dedo.
Sabemos del atractivo incomparable del empresariado, llamado a rescatar al mundo de su propia mediocridad inmovilista, ese empresariado que revienta los bancos a golpe de préstamos y surfea con gracia la ola de las subvenciones para brillar con una aureola de temporada alta hasta que vuelve a llegar el invierno. Y esa ideología de brillantina, muchas veces con la esperanza de vida de una bengala en el medio de la Ría, es la que pretende llevarse el gato al agua. Hay que decir, que ese prototipo cae mucho en gracia -siguiendo con el refrán- en ciertos medios de comunicación, los que cantan las excelencias del progreso según el llenazo hotelero o catedralicio meses antes de que suceda. Gracias a esos medios, supimos de hoteles que se abrían, se llenaban, se reservaban con tanta antelación que , llegado el momento de la verdad, se precintaban. Y, esto, que en el mundo en que vivimos puede parecer una frase malintencionada, no es más que la simple verdad, pero en esto, como en todo, asistimos a una reinterpretación de la ética en función de extraños valores.
¿Qué prima aquí? Vamos a intentar explicarlo. Veamos, ¿qué es “Por nuestro faro”? Hace poco podíamos ver publicada una reclamación del colectivo, perfectamente lícita y fundada en la legalidad más básica, reducida a un ínfimo recuadro en medio de un collage inverosímil de noticias breves : obituarios, heridos y muertos en accidentes de tráfico, jornadas y seminarios. En el titular ni siquiera podía leerse el nombre del colectivo. Pero si, además, dicha reivindicación se presenta en la primera línea como procedente de un grupo creado en internet (tras dos años de lucha por obtener información, comunicaciones con el Defensor del Pueblo, escritos al alcalde y Puertos, organización de actos, reuniones periódicas, etc), un turista un poco despistado hasta podría pensar que “Por nuestro faro” es poco más que una aplicación para tablets.
Reclamar información, subrayar lo ilegal, exigir el cumplimiento de la normativa vigente, no debería estar penado con la marginación o el desprecio informativo. Como no debería victimizarse a los que incumplen las normas, dedicarles páginas de papel y espacio digital, como si saltarse las reglas a la torera entrase dentro de este juego del poderío en boga, y los demás tuviéramos que cerrar el pico para dejar entrar hasta el último espacio de nuestro patrimonio a ese progreso arrasador que sin estudio de viabilidad, nos aseguran, será algo prodigioso. Las proyecciones de futuro en el tratamiento del tema desafían a veces los límites de toda lógica. Con el mismo aplomo que se insinúa que dos apartamentos pueden propulsar el turismo de la región, las pérdidas ocasionadas por el cierre parece que serán enormes. Qué no daría yo por ver todos esos números.
Al margen de lo que un medio decida difundir como verdad impepinable, reconozcamos que un empresario se puede hacer mucha pupa si alguien, por brevemente que sea, decide aplicar una pequeña presión llamada ley. Pero eso ya lo sabíamos, ¿no? ¿O no? Me temo que no, y por eso el de siempre se permite en plena fiesta seguir insultando a las madres de los miembros de este grupo sugeridor de verdades, una forma como cualquier otra de celebrar la noche de San Juan, quizás, para algunos, pero lo que está claro es que no será a él al que sacrifiquen en la hoguera de la información.
Covadonga Suárez, colectivo “Por nuestro faro”


Ningún comentario: